viernes, 22 de julio de 2011

A LA FRUSTRACIÓN


Yo no lloro por el egoísmo del mundo,
Lloro por el egoísmo de mí mundo, del que me solía importar.
Yo no me quejo de los golpes y la saliva derribados a mi paso,
Me quejo de aquellas sonrisas familiares que se vuelven muecas macabras.
Yo no sufro por el odio, por el golpe en la espalda, por las pisadas en el cuello
Sufro por el abrazo infame, por la palmada venenosa, por las memorias rotas.

No me lastima el hecho de no ser notado, de ser un fantasma,
Me hiere que aquello que solía constituir una verdad, hoy sea pura y barata ilusión.
Y no, no me lamento porque el mundo gire,
Me lamento porque gira con furia sobre lo que yo consideraba una casa, un castillo, un lugar al cuál llegar.
Duele, no por que todo sea sumamente frágil, voluble, derribable,
Sino porque aquellas cosas que uno tenía en el altar, hoy se caen.
Gravedad, te maldigo por hacer que las almas que compartían mis vuelos,
Hoy estén muy cerca, casi pegadas, al infierno.

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